sábado, 27 de octubre de 2018

Roberto Iniesta: «La corrección política siempre me ha parecido un disfraz para los malos»

Roberto Iniesta, en Madrid, en un momento de la presentación en cines del concierto Robe. Bienvenidos al temporal. (Fotografía: Olmo Calvo.)


Parece que los días en los que Roberto Iniesta, Robe (Plasencia, 1962), dispensó a los medios de comunicación la misma medicina que estos le habían dado a él, el desprecio absoluto, han quedado definitivamente atrás. La década de ninguneo que sufrió, la devolvió enterrando el teléfono idéntico número de años. Unos años en los que los periodistas se lamentaron por no haber advertido antes que el metal del que estaba hecho ese poeta y músico que manejaba con igual maestría la lira y el bardeo, era oro puro. Pero eso, ya digo, pertenece al pasado. En sus últimos trabajos, tanto al frente de Extremoduro como en su caminar en solitario, ha levantado el veto y ha charlado con los chicos no tan malos de la prensa. La razón de un nuevo encuentro con ellos ha sido esta vez el estreno en salas de cine de Robe. Bienvenidos al temporal, un concierto, que saldrá en deuvedé y cedé, confeccionado con fragmentos de tres de las actuaciones de la gira española del mismo nombre que ofreció el año pasado. En concreto, las de Mérida (teatro romano), Madrid (WiZink Center) y Barcelona (Palau de la Música). Ese concierto se compone de las canciones que conforman sus dos discos en solitario, Lo que aletea en nuestras cabezas y Destrozares. Canciones para el final de los tiempos, deudoras, por su calidad y belleza, de la música clásica. Robe charla, en exclusiva para EL MUNDO, de eso y de otras muchas cosas con esa lengua suya, un machete.

Pregunta.– Esto de hablar con los periodistas se está convirtiendo en una fea costumbre. ¿A qué se debe este aperturismo?

Respuesta.– Bueno, ruedas de prensa siempre hemos hecho. Lo de venir un día a Madrid y cascarnos todo el día trabajando, eso ya no. Y lo del aperturismo es por no ser intransigente.

P.– ¿Son entonces los medios de comunicación útiles para el artista?

R.– Sí. Eso nunca se ha cuestionado. Los medios son útiles, claro. Pero también el exceso hace que os canséis un poco, igual que la gente, y no es bueno.

P.– Cuando el año pasado presentaste la gira, invitaste a varias asociaciones humanitarias y ecologistas y convertiste un acto cultural en todo un acontecimiento solidario. Ahora, en vez de lanzar un deuvedé y a correr, estrenas el concierto en cines. O eres un maestro de la mercadotecnia o estás muy bien asesorado.

R.–  Algunas veces me han dicho que manejo el márketing, pero qué va. Son cosas que salen de forma natural.

P.– Respecto a ese gesto solidario que tuviste, ¿crees que toda persona con cierta relevancia pública está moralmente obligada a aprovechar cualquier evento propio para ayudar a los más necesitados, ya sean estos personas, animales o vegetales?

R.– No, no creo que haya esa obligación. Son cosas que te tienen que salir, tienes que poder hacerlas, se tiene que dar la oportunidad. No creo que sea una obligación. El arte es arte. ¿Que está la obligación de dar ejemplo? Bueno. Según qué cosas. Cuando estoy haciendo un acto de promoción no creo que tenga la obligación de sacar a otra gente en altavoz. Cuando eres un poeta tienes que hacer tus poemas, y cuando haces canciones tienes que hacer tus canciones. Y si de vez en cuando puedes ser altavoz y ayudar a alguien, pues está muy bien. Pero no creo que sea una obligación el estar todo el día reivindicando porque entonces no haríamos otra cosa.

P.– ¿No es osado estrenar en cines lo que no deja de ser un concierto? ¿La gente pagará para ver un concierto en el que no puede interactuar? 

R.– Técnicamente hablando, es que me la suda. Si dependiera de que la gente lo comprara para poder hacerlo, pues me lo plantearía. Pero es que ese no era el objetivo. Se trataba de tener una grabación en deuvedé, como se ha hecho siempre. Y lo del cine es algo que da igual, porque nadie pierde nada.

P.– ¿En qué medida crees que las imágenes amplifican el efecto de la música, que la mejoran?

R.–  Esto es un poco como las carreras de coches y de motos. Las ves en casa y te enteras de todo, pero si las ves en directo no te enteras de nada.
                                            
P.– Los puristas, esos talibanes de la tradición, dicen que ya no molas. Que te has refinado. Que antes escupías fuego y ahora contemplas las olas como un adolescente enamorado. ¿Te la pela o quisieras decir algo?

R.– Me la pela porque tampoco puedes hacer nada contra eso. El que es auténtico es auténtico, haga lo que haga. Camarón también decía algo así porque con él se metían mucho por lo de la pureza. Yo no sería más auténtico si me preocupara por hacer lo que la gente quiere que haga. Siempre va a haber gente que cargue contra ti, sobre todo cuando llevas tanto tiempo. Tengo que hacer lo que siento que debo hacer.


«Yo no sería más auténtico si me preocupara
por hacer lo que la gente quiere que haga.
Tengo que hacer lo que siento que debo hacer»


P.– Tu música ha experimentado una evolución, no una involución. ¿La curiosidad es la principal causa de tu crecimiento?

R.– Sí. Mi curiosidad, mis ganas de hacer cosas nuevas. Y las ganas de sorprenderme.

P.– Pienso que La ley innata es el mejor disco de rock español en lo que va de siglo, y que tus dos trabajos en solitario son absolutamente distintos a cualquier cosa que un artista de pop o rock haya hecho en España. ¿Tienes la sensación de jugar en una liga distinta, quizá superior?

R.– [Largo silencio]. Superior no. Pero a veces no entiendo lo que hacen los demás, esa es la verdad.

P.– Paco de Lucía me dijo que todos los grupos de rock y pop españoles de los ochenta eran malísimos, algo en lo que tú coincidías cuando señalaste que eran muy moñas. ¿Eso ha cambiado o sigue siendo así?

R.– ¿Si seguimos con la corriente moñas? Sí. Lo de los ochenta, lo que pasó con la Movida, ocurrió en toda España, pero en Madrid estaban los medios. Había muchos grupos que eran pura provocación, y eso estaba bien, hacía falta, pero fue más el fenómeno sociológico que la calidad musical. Y solo hay que ver los grupos que han ido quedando.

P.– Te gustaban Antonio Vega, Hilario Camacho, Manolo Tena, Lole y Manuel. Sé que no eres mitómano, pero ¿podrías darme el nombre de algún músico español en activo que te guste, aunque no esté en tus coordenadas estéticas? 

R.– Pues no sé, no me acuerdo ahora mismo de nadie. En cuanto al rock, veo poco relevo. Creo que hoy en día hay grupos que están haciéndose famosos por cosas distintas a la música, secundarias.

P.– Una concursante de OT quiso cambiar la palabra «mariconez» de una letra de Mecano porque la consideraba homófoba, y su autor se negó. Si cantaran una canción de Extremoduro, la tendrían que cambiar entera. ¿Qué te parece esta ola de corrección política?

R.– Pues que nos estamos pasando. Se habla de la libertad de expresión, los jueces y tal. Pero no son los jueces, no es la libertad de expresión, es la gente. La sociedad en general. Hay que tener mucho cuidado con cómo hablas de las mujeres… Una frase así… rara, puede ser racista… La frase «comparar a Dios con un gitano» ya no se puede emplear. La corrección política siempre me ha parecido un disfraz para los malos. En uno de mis discos hay un aviso para los niños, que no se fíen de la gente que nunca dice tacos. Hay que hablar con más libertad. Y el movimiento de los «micromachismos»... Ya hay que cogérsela con papel de fumar.

P.– ¿Y el Me Too? No faltan hombres, y también mujeres, que consideran que es una caza de brujas contra el hombre.

R.– Lo que está pasando en Hollywood me parece un poco raro. Gente que ha sentido abusos hace muchos años y los ha consentido, y que gracias a esos «abusos» ha tirado para delante con su carrera porque eso era algo normal, y que saquen ahora todo eso… Coño. No te obligaron a hacer el casting del sofá. Está bien que se reivindiquen cosas, que haya una igualdad y que cambien cosas que estaban mal. No es normal hacer un casting en un sofá, no tienes por qué hacerlo. Pero no lo digas al cabo de 10 o 20 años.

P.– ¿Ser hombre hoy día es vivir bajo sospecha?

R.– Un poco sí. Sí. Es como si todos tuviéramos que mostrar nuestro feminismo acérrimo. Por mis expresiones, seguramente me podrían decir que soy machista, micromachista o maximachista, pero yo no me lo considero. Yo me considero feminista. En las giras, que hay que contratar a mucha gente, nunca he dicho «esa no porque es una tía, para ese puesto hace falta un tío». Nunca.


«Por mis expresiones me podrían decir
que soy machista, micromachista o maximachista,
pero yo me considero feminista»


P.– ¿Entre Francia y Portugal cuántos países hay?

R.– [Largo silencio]. ¿Soberanos o no soberanos? Pues a mí me gustaría que soberano no hubiera ninguno. Ni entre Francia y Portugal ni en ninguna parte. Estoy hasta los cojones de países soberanos y naciones soberanas que se piensan que pueden hacer lo que se les ponga en la punta del nabo. Tenemos que avanzar hacia poner ideas en común y aceptar ideas, poner bases. Debemos ir más hacia una unión que hacia un separar. No hablo de un mundo feliz donde todo el mundo se mueva según las mismas leyes. Las personas somos diferentes y está bien que las leyes sean diferentes. 

P.– «Mi única bandera son sus bragas negras», canta Robe. ¿Roberto Iniesta, el ciudadano, lo suscribe?

R.– Sí. Las banderas no me gustan nada, como te digo. Ni los países. No me gusta la división, hay que avanzar. Estamos en un mundo global, con problemas globales, como es el medioambiente. Ya hemos visto que no se puede ensuciar un sitio y mantener otro muy limpio. Tendría que haber alguien que pusiera orden. Unos términos filosóficos aceptados por todos. Mínimos. Como definir el bien y el mal, empezar por ahí. Es una cosa básica y, sin embargo, quizá no nos pondríamos de acuerdo en eso.

P.– En la anterior entrevista que te hice, dijiste que lo malo de la democracia es que todo el mundo puede votar, y la liaste parda. ¿Lo sigues pensando?

R.– Sí. No creo que desde entonces haya cambiado nada ni que la gente se haya hecho más lista. Mientras siga votando la gente que solo vota en su propio interés y en el de su país, estamos condenados a la confrontación, a la guerra y a la puta mierda. A la desigualdad.












 

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