jueves, 29 de diciembre de 2016

Y Coque no se quedó solo

Coque Malla en un momento de su actuación en Madrid. (Foto: Juan Pérez-Fajardo.)


Coque Malla ofrece un delicioso concierto en Madrid con lo mejor del presente y del pasado

El título con reminiscencias fantásticas de su último disco, El último hombre en la Tierra, uno de los más emocionantes y gratamente sorprendentes del año a punto de morir, no se hizo realidad anoche en el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid, hoy rebautizado con un nombre tan absurdo como ininteligible. Tres mil personas acompañaron a ese pequeño gran hombre que es Coque Malla (Madrid, 1969), que salió a escena como un pincel (traje gris perla y sombrero borsalino), bajo un sobrio decorado (tan solo largas cortinas burdeos), y respaldado por una formación poderosa, más propia de un primer espada estadounidense (¿Dylan?) que del solista español para una exquisita minoría que es.

viernes, 23 de diciembre de 2016

Roberto Iniesta: «Lo malo de la democracia es que todo el mundo puede votar»

Roberto Iniesta posa con los músicos con los que ha grabado Destrozares. Canciones para el final de los tiempos. De arriba abajo y de izqda. a dcha.: Álvaro Rodríguez Barroso, David Lerman, Lorenzo González, Carlitos Pérez, Robe y Alber Fuentes. (Fotografía: Eduardo Navarro.)


Ha vuelto a suceder. Por tercera vez en los tres últimos años ―tras las presentaciones de la gira Para todos los públicos y de su primer cedé en solitario, Lo que aletea en nuestras cabezas―, Roberto Iniesta, Robe (Plasencia, 1962), el fiero emblema de Extremoduro, recibe a los mismos medios de comunicación a los que durante una larga década les negó toda posibilidad de plática. La razón del encuentro es la salida al mercado del segundo disco bajo su nombre, Destrozares. Canciones para el final de los tiempos (El Dromedario Records), un trabajo de hechuras líricas y falto de electricidad que, con permiso de La ley innata (2008), bien podría pasar por ser la más pesimista de sus obras. Diez canciones ásperas y a la vez profundamente acogedoras en las que asegura haber puesto sus «carencias y errores, delirio, falta de gusto, confusión, lágrimas, vanidad, soledad de lechuza y contradicciones». O lo que es lo mismo: «Robe atropellando a Nietzsche».

sábado, 3 de diciembre de 2016

El último mohicano

Portada del disco Destrozares. Canciones para el final de los tiempos, de Roberto Iniesta. (Ilustración de Diego Latorre.)

Todas las guerras son distintas y la misma. Lo saben los fatuos generales y, también, los artistas de veras, quienes para extraer el oro de la genialidad y la distinción viven en una lucha casi permanente consigo mismos y con sus demonios.

Roberto Iniesta (Plasencia, 1962), inventor de Extremoduro y, por ende, del «rock transgresivo», que consiste en el difícil arte de maridar poesía y nitroglicerina, pertenece a ese beligerante club. Hasta el punto de que siempre, desde el primero de sus discos, ha construido su mundo artístico a partir de la destrucción, del caos, de un apocalipsis que le nace de las profundidades orgánicas e intelectuales y que entra en sintonía con varios de los males de nuestra época: tragedias humanas, catástrofes medioambientales, abusos de poder.