Cada día, un nuevo
escándalo político. Cada día, un nuevo caso de corrupción. Y ahora se suma a
esta ceremonia de la desfachatez una colosal negligencia médica que está
prendiendo la mecha del pánico, y con razón: el ébola nos ha estallado en casa.
Escribo esto y no consigo
salir de mi asombro. Es que no doy crédito. Estamos en manos de facinerosos con
corbata, de chorizos que posan en las fotos riendo a mandíbula batiente mientras
arrecia la tormenta colectiva, de lerdos de solemnidad. Estamos en manos de
gente que por manos tiene pies y por cabeza el serrín de la avaricia y la
incompetencia.
Los políticos, tan alejados de la calle como Plutón, se ven obligados a saltar a la palestra televisiva para enviar mensajes inverosímiles y dubitativos a una ciudadanía hastiada de abusos e inoperancia, y de que nadie se responsabilice de los errores cometidos, de los propios actos.
En su Romance de la Guardia Civil española, Lorca, como casi siempre, fue certerísimo al describir la Destrucción (obsérvese la mayúscula) con los versos: «El cielo se les antoja / una vitrina de espuelas». Es obvio que las cosas no han cambiado demasiado desde entonces.
¿Que los malos son otros? Tal vez, es posible. Pero no nos engañemos: en el fondo, son exactamente los mismos. Idénticos parásitos, idénticos zoquetes. Gente muy, muy peligrosa.
Muy buen artículo, Javier, lo has clavado. Como dices, estamos en manos de gobernantes que en vez de manos tienen pies. Qué miedo!!!!
ResponderEliminarElvira H.