jueves, 2 de octubre de 2014

Malcolm Young, entre tinieblas



Si ha habido en el mundo del rock un metrónomo humano, alguien que marcara el compás con la precisión de una máquina exactísima, ese ha sido Malcolm Young (Glasgow, Escocia, 1953).

Mientras su célebre hermano punteaba igual que un demonio de Tasmania, haciéndose dos maratones y medio por concierto, con las piernas desnudas y la guitarra al frente como un ariete cantarín, Malcolm era la figura estática que se mantenía en un segundo plano pero que conseguía que el público bailara sin cesar al ritmo que él imponía, tan contagioso como infalible.

La noticia de que en su cabeza algo se ha hecho añicos y permanece internado en un centro médico de Sydney (Australia) es una ironía más de esta macabra broma llamada vida. Que un cerebro con semejante sentido del ritmo haya entrado en barrena y perdido la noción del tiempo es un motivo para la tristeza. Y no es necesario ser fan de AC/DC para lamentarlo: basta con amar y admirar la exactitud y la matemática, la perfección.

«Sufre demencia», leo, «ha perdido la memoria inmediata», y no puedo evitar que en mi cabeza estallen, y se entremezclen, Live Wire, Touch Too Much, Shot Down in Flames, You Shoock Me All Night Long. Tantas y tantas canciones que te elevan el espíritu y te empujan a seguir ese ritmo eléctrico y constante que invita al baile como si de música electrónica se tratara.

En el eterno y estéril debate sobre quién es el mejor guitarra solista de la historia, Jimi Hendrix suele salir triunfante. Pero a partir de ahí no hay un claro consenso acerca del puesto que ocuparían los restantes genios de las seis cuerdas, quienes quedarían a merced de los gustos personales, tan diversos.

Sin embargo, si la cuestión a dilucidar fuese cuál ha sido el más eficaz guitarra de acompañamiento de rock de todos los tiempos, la respuesta sería, seguro, unánime: Malcolm Young.

Ese hombrecillo de pelo ralo y gesto adusto que no necesitaba moverse para hacer que todo el mundo saltara, y que ahora languidece en una institución mental incapaz de recordar los más elementales detalles cotidianos. Alejado ya, y dicen que para siempre, de la gloria de poner en pie a miles de personas con el simple movimiento de sus manos y el dictado de su corazón. Trágicamente entre tinieblas.  

 



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