De izqda. a dcha., Javier Menéndez Flores, Iñaki Uoho Antón, José Ignacio Cantera y Miguel Colino en el Hard Rock Café de Madrid el día de la presentación de la gira Para todos los públicos. |
Robe e Iñaki Uoho hablan por vez primera en una década para Rolling
Stone y dejan constancia de una marcada lucidez y unos principios artísticos
inquebrantables.
Por Javier Menéndez Flores / 9 de septiembre de 2014
Si existe en nuestro país un grupo de música que se
haya adherido con fiereza a la máxima «deja
que sea tu obra la que hable de ti y te retrate», ese es Extremoduro. Parapetados
tras sus canciones como torres, a las que Roberto Iniesta (Plasencia, 1962) e
Iñaki Uoho Antón (Bilbao, 1964) se entregan igual que a un sacerdocio,
desde que se convirtieron en los monarcas del rock patrio han evitado en la medida de lo posible la
exposición pública. Porque quieren y porque pueden.
Mas en esta ocasión, los dos hombres sobre cuyas
cabezas recae el peso de la banda han hecho una parada en su exitosa gira Para
todos los públicos, con la que recorrerán la geografía española hasta
noviembre, y han accedido a hablar (¡y a posar con el resto de los músicos!)
para Rolling Stone por primera vez en muchos años. Hablar de la actualidad de su pasado,
presente y futuro. Porque, dado su hermetismo, en ellos todos los
tiempos confluyen y cualquier revelación, por insignificante que sea, alcanza
el valor de la primicia.
Siempre que se le pregunta a Robe por qué esa alergia
a los medios, contesta que sólo hay que salir a la palestra cuando tienes algo nuevo que contar.
Pero basta con bucear en las hemerotecas para constatar que eso no es ni mucho
menos así (Material defectuoso, de 2011, ni siquiera tuvo una puesta de
largo). Por otro lado, asegura que la leyenda de maldito que lo envuelve es
sólo eso, una leyenda, y en la presentación de su último disco, Para todos
los públicos (2013), llegó a decir, incluso, que si no conceden más entrevistas es porque a los otros miembros del grupo
les gustan menos que a él. Pero, ¿acaso no era consciente, a lo largo de
estos años de escasísima visibilidad mediática, de que con tan esquiva actitud
lo único que conseguía era agigantar ese mito? «Las cosas nunca han sido
demasiado planificadas –razona Robe–. No había premeditación. También es cierto
que yo cambio mucho de opinión. Bueno, no, no cambio mucho de opinión… O sí,
sí. Pon mejor que sí [risas]. Cuando digo que no siempre ha sido premeditado,
me refiero a que a nosotros la prensa
nos ha ninguneado durante mucho tiempo. Y no te hablo de cuando
empezábamos, sino de tocar en Madrid, meter en un sitio a 15.000 personas, y al
día siguiente buscarlo en el periódico y, ¡coño!, no viene nada. Eran pequeñas
decepciones, pero como de un niño. “Coño, estaba buscando mi regalo y no lo he
encontrado”. Ni una foto, ni una
reseña. Y durante mucho tiempo ha pasado eso. Luego, en otra época,
hemos visto que la prensa de este país es muy del corazón, muy sensacionalista,
muy de reality show y de hablar de cosas que no tienen que ver con la
música; de si me gusta más el chocolate que la fresa y qué opino de esto y de
lo otro. Y yo no soy un opinador. Y si
acaso lo fuera, ya lo hago con mis canciones».
De cualquier forma, siempre ha existido la sospecha de
que en el momento en el que pasaron a ser un fenómeno musical con decenas de
miles de seguidores, allá por 1996, decidieron
darle la espalda a la prensa como castigo o venganza por los tiempos en
los que les ignoraron a conciencia. ¿Verdadero o falso? «Es cierto en parte
–reconoce Iñaki–. Aunque no lo interpretaría como un castigo ni una venganza.
Si habíamos conseguido llenar pabellones en Madrid sin que saliera una sola
reseña en el periódico, pensamos que ya no necesitábamos a los medios. Después
de no habernos hecho ni puto caso, de tomarnos por un subgrupo, por una
panda de desharrapados, sólo por el hecho de haber tenido cierto éxito en el 95
empezaban a llamar a nuestra puerta. Pero
ahí ya no nos hacía falta; nos hizo falta antes».
Robe ahonda aún más y esgrime razones, digamos,
filosóficas: «Siempre ha sido el hacer
un poco lo que nos ha dado la gana, pero no en plan rencor ni nada de eso.
Lo que pasa es que llega un momento en el que te vas haciendo mayor, y aunque a
lo mejor no sabes aún lo que quieres, sí sabes lo que no quieres. Las obligaciones no nos gustan, igual que las
entrevistas. Pero tampoco quiero ser intransigente del todo. Un poco sí;
un poco sí hay que serlo. Tener una mente abierta y estar un poco abierto a
todo pero manteniendo ese grado de intransigencia, porque es la única manera de pensar por ti mismo».
Se les pregunta con demasiada (aunque lógica)
insistencia dónde creen ellos que reside el secreto de su éxito, y Robe siempre
termina apelando a la calidad de esas canciones que son nítidos ejercicios de
contorsionismo musical; piezas de una plasticidad inencontrable en cualquier otro
grupo de rock o pop español, pues huyen de las fórmulas convencionales y
cuentan con múltiples recodos, cambios de ritmo, sorpresas. Y es un hecho que la España más diversa se identifica hasta las
trancas con esas composiciones estupefacientes, que fusionan poesía de
altura y crudeza; imágenes deslumbrantes que son de pronto atravesadas por una
nota de grafismo. Como si en mitad de una interpretación de bel canto o
una declamación lírica atronara un potentísimo eructo. Porque, más allá de las
melodías, muy trabajadas y magnéticas, su extraordinaria conexión con el
público y su perdurabilidad parecen obedecer a una cuestión mayor. De lenguaje,
de discurso. A un lirismo machete en mano, muy jondo, que toca la fibra
sensible y los convierte en un grupo excepcional. «Desde luego, para mí las letras son lo más importante
–admite Robe–. Puedo tener muchas músicas en la cabeza, pero si no tienen una
letra en la que apoyarse no son nada. Aunque al final son las dos cosas. Una
muy buena letra, sin una música que la acompañe, que se acople a ella, pues
tampoco lo tienes. Donde está el rollo
es en las canciones».
Para Iñaki, la integridad que han ostentado a lo largo
de su carrera tiene mucho que ver en ello: «En el hecho de que perduremos tantos años y haya gente nueva,
joven, que viene a vernos y que escucha nuestros discos, influyen más factores.
Aparte de la calidad de las canciones, que es discutible porque es subjetiva, y
la calidad de las letras, que es algo también subjetivo aunque más difícil de
discutir, pienso que hemos sido
honestos con nosotros mismos. Y para serlo, desde lo más profundo, hay que
serlo también con los demás».
Alguna vez han advertido que sus canciones no están
hechas para «niños ni abuelas», sino para adultos. Pero en esta gira se aprecia
su hondo calado en las nuevas generaciones. ¿Les sorprende? «Mucho –confiesa
Robe–. Y cada nueva gira un poco más. No sé si es que, al ser cada vez más viejo, a los jóvenes los ves cada vez más jóvenes,
pero en las primeras filas hay mucha chavalería. Eso te hace ver que no estás
en la inopia y que tienes los pies en el suelo. Sí, siempre he dicho que
nuestras canciones no son para niños, por eso puede llegar a sorprender el
título del disco y de la gira. En él hay una ironía clara, pero por otro lado
me planteo que por qué no. Quizás no
haya nada más peligroso para un niño que un anuncio de juguetes en horario
infantil. Y a partir de ahí puedes decir que tal vez todo esto le venga
mejor».
La evolución musical de Extremoduro ha sido de las más
notables de este país; una voluntad investigadora que no ha sido celebrada de
igual modo por todos sus fans. ¿Son ellos conscientes de haber perdido
seguidores de la primera época, la anterior a Agila (1996), en el camino
a la cumbre? Iñaki lo niega: «No tengo
conciencia de que haya seguidores que se han quedado en el camino. Puede
que haya gente que esté estancada y a la que no le guste el progreso que hemos
tenido, pero te diré que he estado después de los conciertos con gente mayor
que nosotros, que nos conoce desde hace muchos años y que sigue manteniendo el
mismo grado de emoción. Aunque no está en nuestra mano decidir a quién tenemos
que seguir gustando, ni es nuestro propósito».
Robe comparte su opinión: «No soy consciente de que
hayamos perdido seguidores por una cuestión de evolución o cambio de estilo,
porque no creo que se haya dado tal cambio. En Extremoduro siempre ha habido
canciones fuertes y suaves, de todo tipo, y experimentación, porque desde los primeros discos no todo es un rock
claramente clasificable. Y al experimentar, cada vez avanzas un poquito
más. No puedes pensar: “Voy a hacer algo que le va a gustar a todo el mundo”.
Siempre he compuesto sin pensar en nada, a ver lo que me sale. Luego lo
analizo, veo de qué habla, a veces lo entiendo y otras no. Pero es al revés: es
la canción lo que sale y luego la puedes analizar, nunca al contrario».
Roberto, Robe, Iniesta. |
Pese a su coherencia, en algún momento no han tenido
más remedio que hacer pequeñas concesiones: en el concierto de Cáceres, al ser
conscientes de que si arrancaban en pleno desarrollo de la final de la
Champions mucha gente se decantaría por el fútbol, instalaron pantallas gigantes para que el partido se pudiera ver,
ofrecieron hora feliz (dos copas al precio de una) y no salieron al escenario
hasta la conclusión del encuentro, al filo de la medianoche. La música, pues,
al servicio del deporte rey. «A nosotros nos importaba una mierda la final de la Champions –afirma Iñaki–,
pero había más gente: estaban el promotor y, naturalmente, el público, que es
lo principal. Y escuchando a todo el mundo, vimos que lo más cabal era hacer
eso. Las pantallas estaban allí porque pensábamos ofrecer realización para
quienes estuvieran un poco lejos, y entonces era sencillo de hacer. Y lo de la
hora feliz fue un regalo para que esa gente a la que no le gusta el fútbol se
tomara algo a nuestra salud, qué cojones».
A propósito del fútbol, es sabido que a Robe no le
interesa. No obstante, su padre era colchonero y existe una foto en la que posa con la camiseta del Atleti junto a
Rosendo.
¿Te habría gustado, Robe, que el resultado de la final
de la Champions hubiese sido otro, aunque solo sea por un motivo
sentimental?
Claro. Estábamos en el camerino y desde allí se oían
los gritos de los goles. Cuando el gol del Atleti, yo todavía no había llegado,
y no lo pude oír. Pero sí que oí el del Madrid [el de Ramos, el del empate], y
recuerdo que pregunté, sin saber aún quién había marcado: «¿Cómo sonó el otro
grito?», y me dijeron todos: «¡Mucho más fuerte!», y dije: «Pues entonces este
ha sido del Madrid» [risas]. El grito
del Atleti fue mucho más fuerte, sí. Estábamos oyendo que seguía
metiendo goles el Madrid porque oíamos los gritos de la gente y decíamos: «Otro
del Madrid».
Lo que sí te interesa es el motociclismo. ¿Marc
Márquez te alegra el corazón?
Sí, claro que sí. En esas cosas creo que soy el único
que… No sé cómo decirlo… Patriótico. Es en lo único que puedes decir: coño, mola que los españoles estén ahí, en el
punto, y hace que te interese mucho más. Aunque ya empiezas a tener
ganas de que a Márquez le salga algo mal en la salida y le dé un poco de
emoción, porque si no tienes que decir: a
ver quién queda segundo.
Detalles como el del concierto de Cáceres arrojan luz
sobre lo lejos que ha quedado la llamada «era del caos»; aquella feroz etapa de
anarquía y desorden. Ahora, viejos zorros, son súper controladores con todos los aspectos de una gira.
Profesionalidad al cien por cien. Ni un solo cabo suelto. «Con los años, te das
cuenta de muchas cosas –concede Iñaki–.
Tanto de la manera de crear las canciones o de grabarlas, como de
interpretarlas. Queremos ofrecer lo mejor. Ya no vamos de fiesta, y
entendemos que hay gente que paga un dinero por entrar; que vienen desde otra
ciudad y que tenemos que ser
respetuosos con ellos. Es honestidad. La fiesta, para nosotros, empieza
y acaba en el escenario».
A toro pasado, ¿lo mejor que han dejado las drogas,
aparte del placer del momento, es la materia prima para ser carne de canción,
argumento, tema?
(Robe) Creo que eso es la imaginación la que te lo da.
Si supiera qué droga te abre la
imaginación y te hace componer, no habría pasado cinco años sin canciones
sino que los habría pasado atiborrándome de esa droga. Estuviera donde
estuviese, habría ido a buscarla. Pero qué va. Eso sale de dentro. ¿Que las
drogas son una parte fundamental de nuestro cancionero? Bueno, sí. Unas veces
hablando de ellas mismas y otras veces como metáforas, porque no siempre se
puede entender a primera vista.
(Iñaki) Las drogas pueden dejar cosas buenas y malas,
pero lo que perdurará es el momento
imaginativo que producen. Con el tiempo, hemos visto que las canciones
estaban en nuestras cabezas. Quizá no conocíamos los métodos para extraerlas y
a veces buscábamos algún tipo de ayuda, pero hemos aprendido que lo que tienes dentro acaba saliendo.
Con drogas o sin ellas.
No faltan sin embargo quienes les afean que eviten
hablar de los excesos cometidos. Un poco el dicho aquel de no hay mujer más
santa que la puta arrepentida. Consideran que de esa forma reniegan de una parte importante de su biografía.
Siempre he pensado, y se lo digo, que esos excesos están de sobra retratados y
explicados en sus canciones, y he comprobado que no tienen reparos en entrar al
trapo siempre que sea a través de éstas. «Sí, porque contar tu vida no va a ningún sitio –sentencia Robe–.
Yo cuento lo que tengo que contar con las canciones, pero no me arrepiento de
nada. En absoluto. Soy lo que soy por
mis aciertos y mis errores, indudablemente. Todo está ahí».
Iñaki lo secunda: «No nos arrepentimos, es sólo que evitamos hablar de nuestra vida personal.
Son nuestros momentos de fiesta, las cosas que hemos hecho al margen de la
música, y pensamos que no le interesan a nadie. Es como si nos preguntan por
nuestras mujeres. Y es cierto que, cuando es a través de las canciones, no
tenemos mayor problema en hablar de ello. Porque las canciones reflejan el momento que vives cuando las haces, y
quien sabe leerlas y escucharlas ve cosas en ellas y no necesita que se las
expliquen. Si están bien hechas, reflejan una parte de ti».
Iñaki Uoho Antón en un momento de la gira Para todos los públicos (2014). |
En esta gira, y como algo del todo insólito en su
trayectoria, cuentan con el patrocinio
del Gobierno Regional de Extremadura, la santa tierra materna de Robe,
con la que tantos desencuentros ha tenido. Promocionar sus productos ecológicos
les ha reportado 120.000 euros. ¿Choca eso con la filosofía «antipublicidad»
del grupo? Robe contesta: «A nosotros
la publicidad nos parece contaminación y nunca nos ha gustado.
Intentamos mantener los espacios limpios, tanto en nuestra página web como en
los conciertos, pero siempre hemos dicho que alguna vez podíamos hacerla. ¿Qué
condiciones pondríamos? Bueno, que nos den pasta a nosotros y que la gente, que
es a la que se está contaminando, obtenga algún beneficio. Y esta vez ha habido
diferentes razones. Estás anunciando una cosa que no te molesta; no es una
multinacional ni es nada perjudicial en ningún sentido. Es casi un consejo de salud. Y gracias a ello, en esta etapa de
crisis podemos bajar el precio de las entradas, que están bien baratas. Más que
en la gira pasada, y no es porque toquemos peor. Aunque nuestra filosofía en
ese sentido no ha cambiado. En absoluto».
Hace dos años, Extremoduro dio el primer paso de su
internacionalización visitando Argentina, Uruguay y Chile, países en donde
fueron recibidos como héroes legendarios. Es lógico pensar que sus viajes a ese
continente serán ya frecuentes y cada vez más largos. ¿O no? Robe ofrece su
visión de la conquista americana: «A
nosotros nos falla un poco esto de la ambición, en todos los sentidos.
Yo la única ambición que tengo es la de hacer canciones cada vez más guapas,
pero no la de ser un grupo cada vez más grande. En lo de Latinoamérica me lo
tomo un poco más como “cumplir con mi oficio”, como decía o dice Neruda. Este año haremos cinco o seis conciertos como
máximo, igual que el anterior. ¿Sabes qué pasa? Es como cuando no has
leído nunca, que en cierta medida eres un afortunado porque tienes todos los
buenos libros a tu alcance para cogerlos por primera vez. Pues esto es un poco
así. No se trata de pegarte una jartá
de conciertos y hacerlos cansado. No, que no sea una carrera».
Por su parte, Iñaki elogia la sabiduría y el ardor de
ese público: «Igual que están acostumbrados a leer muy en serio, escuchan
música más profundamente. Aquí, en los últimos años, tenemos mucha tendencia a consumir música muy rápido, olvidarla y
buscar nueva, sin empaparnos de ella. Y allí la gente que sigue al grupo conoce
cada canción, cada retruécano, cada melodía, cada punteo y cada letra al
dedillo. ¡Los tíos cantan hasta las
guitarras! Y luego está la intensidad. En España hay provincias en las
que los conciertos se viven con más intensidad que en otras. Madrid, por
ejemplo. Pues he de decir que los americanos superan eso. Los argentinos son unos animales, en el buen
sentido de la palabra. Alma de rock».
En sus inicios, Extremoduro eran los hijos de Leño y
Barón Rojo; hoy, son los padres de diversos grupos y solistas, quienes
reconocen esta inmensa deuda.
¿Sois conscientes del halo de prestigio e incluso
santidad que os envuelve a ojos de vuestros compañeros de oficio?
(Iñaki) Eso que dices asusta un poco… Seguimos siendo
gente normal que trabaja igual que esos grupos. Es cojonudo ver que has
influido en gente, o que te digan que aprendieron a tocar contigo. Pero esa responsabilidad casi te abruma porque
nunca hemos pretendido nada de eso, tan solo canalizar una forma de expresión;
intentar hacer arte y transmitirlo.
(Robe) Que opinen bien de nuestro trabajo es algo
halagador y que te anima, claro. A los artistas nos hace falta el
reconocimiento de los demás porque el arte no es como un deporte, que si saltas
cinco metros eres el campeón y nadie te puede decir que no. En el arte cualquiera te puede decir que lo
que haces es una mierda y tener razón. Si el arte se basa en gustar o no
a la gente y esa es su opinión, pues tiene razón. Y por eso los artistas necesitamos ese estímulo.
Portada de su biografia autorizada, Extremoduro. De profundis, de Javier Menéndez Flores. |
ANIMALES
POLÍTICOS
(despiece sobre política)
Irrupción de Podemos
en la escena política. Robe: «Me parece una
buena noticia en el sentido de que está bien que no haya un bipartidismo férreo».
Abdicación del
Rey. Iñaki: «Robe me llamó
para contármelo y grité: “¡Hostias, la República, la República!”, y me dice: “Que
no, gilipollas, que pone a su hijo”, y yo: “¿Y para eso me llamas? Pues vaya
chorrada”. Estamos en las mismas». Robe: «Lo que no puede ser es que te
esté representando una persona que no ha sido elegida por nadie. No hay que
darle muchas vueltas, ni monarquía constitucional ni pollas en vinagre. Si un
tío está hablando con los jefes de Estado de otros países a los que ha elegido
la gente pero resulta que a él no lo ha elegido nadie, ¿qué cojones pinta ahí?
¿Y si resulta que es un puto imbécil? Pero bueno, aunque no lo sea».
Triunfo de la
extrema derecha en Francia. Robe: «Me parece que
lo que aumenta es el egoísmo. Es un momento especialmente insolidario. La
historia es reciente y habría que tenerla en cuenta».
Cerraron una
semana su web en recuerdo a las 366 víctimas inmigrantes del naufragio de
Lampedusa (Italia). ¿Se consideran hombres comprometidos con su tiempo? Iñaki: «Soy un hombre comprometido con el mundo que conoce. Aparte
de colaborar con alguna asociación, y que en algún momento de mi vida me pueda plantear
el ir a echar un cable a algún sitio en donde lo necesiten, lo más útil que
puedo hacer es poner un mini grano de arena para que la gente que está en
contacto conmigo pueda tener un momento agradable, ya sea un mendigo, un amigo
o un familiar». Robe: «Intento serlo.
A veces haces cosas que no valen para nada, pero… Aunque quizá nunca haya cosas
que no valgan para nada. Y tampoco hay que dejar de hacerlas si sientes esa
necesidad».
Entrevistón. Que envidia, que grande Extremo y san robe.
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