Disparate
para unos y acto de justicia para otros, lo que no admite duda es que el de Bob
Dylan (Duluth, Minnesota, Estados Unidos, 1941) es un caso aparte dentro de la
envidiada nómina de los favoritos al Nobel de Literatura de los últimos años.
Marca
internacional y quintaesencia del poeta con guitarra gracias a un talento tan
inmenso como la suma de su ambición y su ego, conviene precisar que no hay un
solo Dylan sino múltiples: el cantor de las miserias humanas, el músico solvente
e infravalorado, el filósofo, el antibelicista, el símbolo generacional, el lúcido
cronista del devenir, el novelista infumable, el erudito de la música autóctona,
el locutor y disyóquey de fino paladar, el anacoreta, la pesadilla de todo entrevistador.
Sin embargo, todos esos Dylan y otros muchos confluyen en el mismo Bob: el
hombre que ha hecho de la búsqueda de la canción perfecta el sentido último de
su existencia.
Acabamos
de saber que la prestigiosa Simon & Schuster pondrá a la venta el próximo noviembre
The Lyrics: Since 1962, un libraco de
casi mil páginas que contiene todas sus letras, y con un peso aproximado de
seis kilos. «Es el más grande y más caro libro que hayamos publicado jamás», ha
declarado, incapaz de reprimir su euforia, Jonathan Karp, el capo de la
editorial. Su precio será de doscientos dólares (unos ciento cincuenta y ocho
euros), aunque habrá una edición limitada para dylanistas potentados que costará
cinco de los grandes (cerca de cuatro
mil eurazos de vellón), y que estará firmada por el autor de «Like a Rolling
Stone».
Este
año, el Nobel de esa categoría se lo ha llevado el francés Patrick Modiano, de
69 años, escritor exquisito pero alejado de los gustos de la calle. Cuesta
creer, siquiera imaginar, que el viejo Bob haya mentado a las madres de los
miembros del jurado de la academia sueca por haberle ignorado una vez más. Aunque,
por otro lado, tal vez sí que lo haya hecho. Puesto que el permanente halago
del público ―lleva intubado a su gira interminable, la Never Ending Tour, desde 1988, con un promedio de cien conciertos
al año― es capaz de hacerle creer hasta al más humilde de los mortales que la
reverencia a su persona debe ser continua y ascendente, y no conocer descanso.
Ahora
bien: ni a Modiano ni a ninguno de sus antecesores vivos les editarán nunca un
libro tan pesado como una mancuerna y cuyo precio supera el sueldo mensual de
muchos.
Ventajas
de ser una estrella de la música popular, un Stone de la canción de autor, una
leyenda.
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