En una
reciente entrevista de Luis Martínez para el diario El Mundo, espléndida como casi todo lo que escribe, el actor
argentino Ricardo Darín, quien promociona estos días la película Relatos salvajes, declaraba con una
lucidez que debería ser dogma: «No me siento habilitado ni autorizado a
considerarme una cosa especial. El día que empiezas a creerte algo de lo que te
dicen alrededor tuyo, estás frito. Un día va a dejar de sonar el teléfono y no
importará todo lo que pasó antes. Soy un privilegiado y encima me abrazan por
la calle. Si me miro al espejo y me creo que soy Ricardo Darín, soy imbécil.
Ese no soy yo».
A lo largo
de mi dilatada actividad de entrevistador, me he encontrado con todo tipo de
personas. La mayoría era gente profesional, seria, que promocionaba su trabajo
(un disco, una película, un libro) con la dosis de habilidad que cada cual
tenía, y que asumía ese trámite como una parte ineludible de su oficio y una
oportunidad más para potenciar su carrera.
Pero
también me he topado con unos pocos sujetos a los que su personaje había
devorado por entero a su verdadero yo, y que sin duda se veían más listos y
guapos de lo que en realidad eran.
Recuerdo una
entrevista en un lujoso hotel de Madrid con una cantante mexicana de infinita
mayor popularidad que talento, y en la que solo nos faltó agarrarnos del pelo y
rodar por el suelo como dos furias. Si tal cosa hubiera ocurrido, su guardia
pretoriana, compuesta de cuatro musculados gorilas de gesto torvo que se
encontraban situados a mi espalda, de pie, me habría arrojado por la ventana
sin contemplaciones. Al final, aquel diálogo para enmarcar no llegó a
publicarse en una conocida revista en la cual colaboraba; a pesar de que lo
entregué puntualmente y de que, a mi modo de ver, tenía el acierto de dar la
medida exacta de entrevistador y entrevistada. Supongo que pensaron que aquello
parecía una escena de Mortal Kombat y
que por ahí no se iba a ningún lado, y puede que no les faltara razón.
Me viene a
la cabeza de igual modo otra entrevista bastante belicosa con una actriz
televisiva que acababa de pasarse al teatro. La cosa es que cuando le menté el
papel por el que se había dado a conocer, casi saca una navaja albaceteña y me
secciona la yugular. A partir de ahí, se cerró en banda y ya no hubo manera de
proseguir civilizadamente la charla. Esta, en cambio, sí que se publicó, y en
un semanario de gran tirada.
Ha habido
algunas otras entrevistas de las que no salí especialmente contento ni haciendo
amigos, pero, en cualquier caso, ya digo que han sido una excepción a la norma.
Supongo que
fuera de nuestras fronteras las cosas no serán muy distintas y que los
extranjeros también tendrán lo suyo, aunque he de decir que mi
experiencia con artistas guiris ha sido siempre positiva.
Entrevisté a
los líderes de Scorpions, Klaus Meine y Rudolf Schenker, en una inhóspita
fábrica de Berlín, donde se encontraban grabando un disco (Moment of Glory) con la celebérrima orquesta filarmónica de esa
ciudad, y, a pesar del follón y de la incomodidad reinantes, los dos estuvieron
para comérselos.
Mi encuentro
con el rostro y alma de Simple Minds, Jim Kerr, quien vino a Madrid con el
resto de la banda ―considerada en su día «los U2
escoceses»― para dar un concierto de
presentación de los temas de su disco Néapolis,
fue igual de feliz: Kerr es uno de esos tipos que cuando se explican miran muy
fijo a los ojos, y en todo momento hizo un derroche de las mejores virtudes
anglosajonas. Un perfecto caballero escocés, oigan.
También
recuerdo la de Brian May como una de las más gratas entrevistas que he
realizado. El guitarrista de Queen, una leyenda viva del mejor rock de todos
los tiempos, vino a Madrid para apadrinar el musical Queen/We Will Rock You y se implicó en las tareas promocionales
igual que si se tratara de un disco o una gira más del grupo. Inteligencia,
saber estar y sentido del humor fueron en todo momento sus pacíficas y
cautivadoras armas.
De sentido
del humor andaban bastante sobrados los ocho integrantes de UB40, a quienes
entrevisté en masa, en un hotel madrileño de rango medio, con motivo de la
edición de su disco Labour of Love III. Dos
muestras de su mordacidad: «Elton John y Celine Dion son la misma persona», me
dijeron entre risas. Y: «¿Una institución más importante que la familia? Las
instituciones mentales». Tras otra ración de carcajadas, añadieron: «Cuando va
bien, la familia es algo maravilloso. Pero cuando va mal, es una cosa
siniestra. Aunque no se nos ocurre nada que la sustituya. Tal vez sea un
imperativo genético». Sí, eso debe ser.
Con el ya
fallecido actor Dennis Hopper mantuve una charla no demasiado larga pero sí
reveladora en la desaparecida cafetería de los Cines Alphaville, ahora Cines
Golem. Se había desplazado a Madrid para darle un empujoncito a Basquiat, la película sobre el malogrado
pintor estadounidense Jean-Michel Basquiat, con el director, Julian Schnabel,
también presente en la entrevista. Y si bien no se mostró encantador, sí que
estuvo en cambio atentísimo y lo suficientemente locuaz como para que saliera de
allí con la impresión de haber tenido una buena tarde, aunque era de día y
llovía de cojones.
Incluso
recuerdo con una sonrisa la entrevista que le hice al actor Jean-Claude Van
Damme cuando vino a presentar la película Replicante:
cordial, bromista, hablador. Y solo un punto renuente cuando me lo llevé al
terreno político (residía en Estados Unidos y le pregunté por su entonces
presidente, George W. Bush, esa lumbrera, y por la larguísima huelga de
guionistas de Hollywood que tanto dinero le hizo perder a la industria del
cine).
Otro día me
detendré en algunos de esos encuentros, que dejaron anécdotas jugosas, pero hoy
no toca. Hoy tan solo quería señalar la propensión a la imbecilidad de ciertos
artistas, quienes deberían tener muy presentes las palabras de Darín con las
que he abierto esta entrada. Si lo hicieran, les iría, sin duda, mucho mejor.
Ya lo
inmortalizó Baudelaire, que del alma y la corteza humanas sabía lo que sí está
escrito: «He sentido pasar sobre mí el viento del ala de la imbecilidad».
Que Dios nos
libre a los mortales en general y a los periodistas en particular de semejantes
pájaros.
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