Fito Cabrales en el tajo. |
Con un concierto
eminentemente guitarrero (y saxofonero), con derroche de artistas invitados,
Fito y sus magníficos Fitipaldis les alegraron la noche a las cerca de 15.000
personas que acudieron al WiZink Center
Lo
que Fito Cabrales hace sobre un escenario no es tocar (y eso que tocar, joder,
toca mucho) ni interpretar sus canciones (por más que estas tengan una huella
digital inequívoca). No. Si se trata de escribir con propiedad, lo que Fito
hace en escena con sus instrumentos (guitarra y voz) es arrastrar a la gente,
llevársela al huerto de la dicha, hipnotizarla. Desde el primer segundo del
concierto de anoche en el WiZink Center, cuando apenas habían transcurrido
cinco minutos de la hora fijada, hasta su conclusión, dos horas y media
después, Fito tiró del público igual que un niño ensimismado y felicísimo tira
de su cometa. Y aquel se dejó llevar por ese falso niño sin oponer la más débil
resistencia y disfrutó del vuelo como un niño más.