sábado, 26 de diciembre de 2020

De cuando Pau Donés despegó como un cohete

Con Pau Donés y Pilar Cruz, del departamento de prensa de la discográfica Virgin, en el mítico bar La Vía Láctea (Madrid) en enero de 1999.

 
(Publicado en la web Uppers el 23 de diciembre de 2020)

Pau Donés siempre se mostró agradecido con los dioses por el sitio que ocupaba entre la élite del pop/rock español, puesto que él sabía bien lo que era ganarse el pan con sudor y resignación fieramente humana. Hasta que le tocó el Gordo con «La flaca» fue un mortal más que tuvo que estudiar una carrera ―Económicas― y sobrellevar el peso de distintos trabajos puramente alimenticios: camarero, modelo ocasional, becario en un banco y ejecutivo en una agencia de publicidad. Su primer disco lo apartó del rebaño y lo convirtió en un privilegiado, pero nunca despegó los pies del suelo ni olvidó de dónde venía ni lo que su nuevo estatus significaba para quien, en sus horas bajas, llegó a pensar que era más fácil volar sin la ayuda de máquinas que poder vivir de las propias canciones. Esa eterna gratitud no le impidió hacerse con las riendas de su carrera desde que alcanzó el éxito, y a partir de ahí mantuvo una actitud artística y empresarial insobornable.

miércoles, 9 de diciembre de 2020

Los últimos latidos de Lennon

(Publicado en la web Uppers el 8 de diciembre de 2020) 

Nunca sabremos qué nuevas aportaciones habría hecho John Lennon a la historia de la música popular, que tantísimo le debe, si hace cuatro décadas un desequilibrado no se hubiera cruzado en su camino como un ángel exterminador. ¿Habría alumbrado más obras maestras? Es casi seguro que sí, teniendo en cuenta su enorme talento y su edad, 40 años, pero cabe pensar que habría firmado a su vez trabajos por debajo de su genio. ¿Habría seguido generando titulares polémicos? Rotundamente sí, ya que poseía un don especial para provocar un incendio en cada entrevista. Y la pregunta del millón de libras esterlinas: ¿los Beatles habrían vuelto? Aunque entonces parecía un imposible, puesto que Lennon renegaba de la que es considerada la mejor banda musical de todos los tiempos y tanto él como las otras dos cabezas pensantes andaban en otra, quién sabe. Tal vez, cerradas, por fin, las viejas heridas, los cuatro de Liverpool podrían haberse dado una tregua para grabar alguna canción o incluso un disco, o para ofrecer un concierto. Desde luego, las ofertas para realizar una gira de reunión habrían sido difíciles de ignorar debido al persuasivo talón en blanco sobre la mesa. 

Pero eso es algo que jamás llegaremos a saber. Lo que sí sabemos, en cambio, es que su absurdo asesinato terminó de canonizarlo y lo convirtió en el beatle supremo, al tiempo que condenó a Paul McCartney a lucir la etiqueta de eterno segundón y revalorizó la figura de George Harrison. En el 40 aniversario de su muerte, este artículo relata cómo fue el último día entre los vivos de uno de los grandes iconos planetarios de la segunda mitad del siglo XX. 

Madrid, mi amor, tú que soportas tanto…

Escultura de la Fuente de Cibeles, uno de los grandes símbolos de Madrid.

(Publicado en el número de noviembre de la revista TintaLibre) 

Durante los últimos 40 años, Madrid ha sido la risa más sonora de Europa, un territorio palpitante que jamás echaba el cierre, pero hoy es una ciudad estremecida y apocada. Una ciudad que si pudiera contemplarse en un espejo, envejecería un siglo en un solo segundo. Esto es así desde que el mayor asesino en serie de nuestro tiempo, el coronavirus, cayó sobre nosotros como un misil. 

Hubo un espejismo frugal y azul llamado verano que hizo creer a los más lanzados, a los menos prudentes, a los más estúpidos que la «anormalidad» perdía fuelle y la bendita rutina de la salud y el estrés iba a ocuparlo de nuevo todo, pero no. En el foro, el imperio de la desolación es cada día más poderoso, menos reductible, y los madrileños, esos apátridas sin himno ni bandera más allá de su legendaria hospitalidad y su ausencia de prejuicios, nos sentimos tan huérfanos como los niños cimarrones y prematuramente adultos de El señor de las moscas.    

domingo, 5 de abril de 2020

El don de la ‘Auternidad’

Con Aute y una amiga suya en el estudio de su casa de Madrid, en 1997.

En estos días homicidas e implacables con los caídos, quienes deben cruzar la línea definitiva sin que sus íntimos puedan lanzarles in situ un último beso, ha muerto Luis Eduardo Aute, artista integral y uno de los más hondos y exquisitos escritores de canciones en lengua española de siempre.

El coronavirus, el mayor asesino en serie de nuestro tiempo, se obstina ruidosamente en que trivialicemos la muerte. En que nuestro natural asombro ante su presencia quede anulado. Porque desde que vivimos enjaulados, apartados de la propia especie por temor a contagiarnos, los partes con cientos de bajas humanas nos aplastan día y noche como en una guerra. La guerra que pensábamos nunca íbamos a librar. Sin embargo, al conocer el fallecimiento de Aute compruebo de inmediato que mi capacidad de sorpresa ante la muerte y mi arsenal de tristeza permanecen intactos.

domingo, 22 de marzo de 2020

Iñaki enchufa a Bach

Iñaki Uoho Antón en un momento de su actuación en el Teatro Pérez Galdós de Las Palmas junto a la Orquesta Sinfónica de Gran Canaria.

Ha colgado Extremoduro en su página oficial tres vídeos en los que Iñaki Uoho Antón, acompañado de la Orquesta Sinfónica de Gran Canaria, interpreta piezas de Johann Sebastian Bach en el Teatro Pérez Galdós de Las Palmas. Iñaki ya había coqueteado con Bach en La ley innata, la obra magna de Extremoduro y el mejor disco español, de cualquier género, de la primera década del presente siglo. Pero en este caso lo que vemos es todo Bach, de principio a fin. Es decir, su audaz guitarra eléctrica sobre un fondo de violines, violas, violonchelos, flauta de pico, contrabajo y clavecín acometiendo el concierto de Brandeburgo n.º 4 (movimientos: I. Allegro. II. Andante. III. Presto), el concierto para clave n.º 5 en fa menor, BWV 1056 (interpretado en fa sostenido menor), y el Preludio y Fuga n.º 2 en do menor, BWV 847.

jueves, 19 de marzo de 2020

Nostalgia de los lunes

Fotograma de la película Abre los ojos (1997), de Alejandro Amenábar.

Sin apenas darnos cuenta, de un día para otro, el tráfago de la cotidianidad, cuyo ritmo repetitivo nos parecía inmune a cualquier alteración, se ha detenido. La rutina más elemental ha pasado a ser una imagen de otro tiempo. Salir a la calle y adentrarse en el río de la especie, eso que hemos venido haciendo desde que guardamos memoria, desde la infancia hasta ayer mismo, no es posible. Donde antes todo era bullicio, prisa, estrés, ahora sólo restalla el silencio. Un silencio inédito que se visualiza en avenidas desnudas, en bares y comercios clausurados, en ciudades fantasma.