Iñaki Antón enredando en la mesa de mezclas, cual DJ. (Foto: Mikel Masa.) |
Justo
un mes después de que Roberto Iniesta, Robe, lanzara su segundo trabajo en solitario,
Iñaki Uoho Antón (Bilbao, 1964), la
otra mitad pensante del grupo del látigo y la rosa, Extremoduro, editaba, al
frente de Inconscientes, su segundo disco en una década, Quimeras y otras realidades (El Dromedario Records), uno de los
mejores ‘artefactos’ de rock/rock del muriente 2016. Se trata de 15 canciones
diseminadas a lo largo de dos cedés con un mismo aroma pero distinta
temperatura rítmica.
Mientras
que Robe sigue en la senda de la experimentación, el excompañero de Fito
Cabrales en Platero y Tú vuelve a sus orígenes netamente roqueros. Un terreno
que considera su hábitat natural. Lo acompañan en esta aventura el bajista y el
batería del grupo extremeñovasco, Miguel Colino y José Ignacio Cantera, el
teclista Aiert Erkoreka, un habitual en los conciertos de Extremoduro, y el
vocalista y guitarra Jon Calvo, proveniente de Memoria de Pez. La gira arrancó
el pasado 27 de enero en Santiago de Compostela y, de momento, los mantendrá en
la carretera hasta finales de marzo.
P.– ¿En qué punto entre el mero divertimento y la responsabilidad de un grupo serio se encuentra Inconscientes? Extremoduro es la reina madre, y parece que apuestas como esta solo tienen cabida cuando ese grupo descansa.
R.– Eso fue así en el primer disco, que surgió por divertimento y fue un arrebato, un desparrame, un patadón. Pero esta vez es distinto. Recomenzamos una andadura más próxima a la profesionalización. Hemos trabajado las canciones, en su preproducción, composición y arreglos, con mucho mimo y tomándonos el tiempo que ha hecho falta, hasta que nos han convencido. El disco está dividido en dos ambientes, para distintos momentos, pero con una misma filosofía de sonido y trabajo. No hemos querido hacer un puré ni una ensaladilla, sino algo con una coherencia y unidad.
P.– ¿En qué punto entre el mero divertimento y la responsabilidad de un grupo serio se encuentra Inconscientes? Extremoduro es la reina madre, y parece que apuestas como esta solo tienen cabida cuando ese grupo descansa.
R.– Eso fue así en el primer disco, que surgió por divertimento y fue un arrebato, un desparrame, un patadón. Pero esta vez es distinto. Recomenzamos una andadura más próxima a la profesionalización. Hemos trabajado las canciones, en su preproducción, composición y arreglos, con mucho mimo y tomándonos el tiempo que ha hecho falta, hasta que nos han convencido. El disco está dividido en dos ambientes, para distintos momentos, pero con una misma filosofía de sonido y trabajo. No hemos querido hacer un puré ni una ensaladilla, sino algo con una coherencia y unidad.
P.– En resumen, que habéis hecho este disco mirando al futuro.
R.– Mirando al futuro, sí. Dedicándole tiempo de nuestras vidas y disfrutando de ello.
P.– En ese sentido, ¿os habéis planteado hacer las Américas? Esa sí que sería la constatación de que vais a por todas.
R.– Yo me planteo hacer las
Américas inmediatamente, lo que hace falta es que alguien en América tenga
ganas de que vayamos allí.
P.– Antes, como es lógico, tendríais que
sonar en esos países.
R.– Claro. Nosotros
podemos pedir a la gente de la discográfica que lo mueva, pero no es fácil. Sí
que es cierto que el tema de las redes sociales elimina muchas fronteras, o las
difumina. Ahora mismo lo que estamos haciendo aquí puede ser visto en América,
algo impensable hace unos años sin la edición previa de un disco. Pero sí,
estamos al acecho de que allí ocurra algo con nosotros para visitar esos países
y dar la lata. Nos encantaría.
R.– Pese a que he pensado
mucho en ello, no tengo una respuesta. Una razón podría ser que la
gente joven le echa más horas a la tecnología que a la guitarra. Ahora los
músicos tenemos muchos medios para plasmar lo que hacemos rápidamente, en un
disco duro y con efectos. Y cuando trabajo con gente que empieza, detecto que
pasan muy poco tiempo tocando entre ellos, creando en la intimidad, con la
guitarra. Te dicen: «Mira, he hecho esto y lo quiero oír ya, le quiero poner
efectos…», y todo ese tiempo que se emplea en el ordenador se le quita a la
creación. Es la impaciencia; una tendencia social a consumir mucho y muy
deprisa, y a querer hacer las cosas muy rápido. Y no me gustaría hablar como un
abuelo cebolleta, pero los que empezamos en los noventa queríamos tocar, no
queríamos cobrar. Ni siquiera soñábamos con vivir de ello. Eso era una quimera.
Lo único que queríamos era hacer música y tocar, y a ello dedicábamos todo el
tiempo que teníamos libre. Hay gente que me ha llegado a preguntar cómo tiene
que ser una canción para que guste. Haces una canción para que te guste a ti. Y
si es buena para ti, seguro que para alguien más también lo será.
P.– El rock siempre ha
sido un género contestatario y estos son tiempos idóneos para protestar. ¿Por
qué, entonces, siguen mandando el pop y el pop/rock?
R.– A mí me acojona ver
cómo las instituciones, los políticos en general, han querido llevarse el rock
a su terreno. «Nosotros somos guais y apoyamos el rock». Y creo que quienes
hacemos rock debemos estar en el otro lado porque el rock es una forma de
expresión en la que lo que importa es tocar los cojones y decir lo que no te
gusta, molestar a tu vecino el de la corbata…
P.– Ser disidente. Oponerse.
R.– Eso es.
P.– Y no alinearse con ningún partido político, sea del color que sea.
R.– Eso por supuesto. Que
una banda de rock esté cerca de un grupo político me acojona, ya te digo.
P.– Por cierto, ¿sigue siendo el País
Vasco la gran cantera del rock español?
R.– En Euskadi hay algo
más de circuito que en el resto de España, pero ese circuito en el que tú
montabas un grupo, como cuando nosotros empezábamos con los Platero, aquellos tiempos
dorados de los gaztetxes, que aunque no cobrabas una pela tocabas todas las
semanas, ya no es, ni mucho menos, lo que era.
P.– Imagino que la gran
mayoría de los grupos vascos ha entendido que para poder llegar a todas las
zonas de España debían cantar en español, puesto que el euskera es algo local y
difícilmente exportable.
R.– Ha habido y hay
grupos que eligen el euskera como vehículo de expresión. También depende
mucho de cuál sea el idioma materno de quien escribe, o debería ser de
importancia. No creo que sea una cuestión de elegir un idioma. Es, ya digo, una forma de
expresión. ¡Y es tan difícil desnudarse en las canciones…!
P.– Pero quien tenga idea
de crecer, de expandirse, me da igual el euskera que el catalán o el gallego,
al final ha de entender que el español es el idioma que te va a permitir
abrirte. Por no hablar de América Latina.
R.– Tienes dos opciones.
En español puedes expandirte y ser escuchado y entendido en toda España y, ya
apuntando muy alto, en Hispanoamérica, y en euskera vas a tener tu circuito
reducido al ámbito de Euskal Herria y parte de Francia. Pero también es verdad
que si eliges el euskera vas a empezar con más facilidad. En un lado de la
balanza están las posibilidades de expansión y en el otro la inmediatez de
poder comunicarte rápidamente. El idioma [en el que se canta], en cualquier
caso, no debería elegirse, sino ser aquel en el que te expresas habitualmente.
Y lo más auténtico es escribir en tu lengua materna sin tener en cuenta qué te
conviene más.
P.– Sí, lo que sucede es
que la música sí que es un lenguaje universal pero el lenguaje propiamente dicho no. La misma
música puede ser entendida por alguien de Nigeria y por alguien de Pekín, pero eso no
vale para el lenguaje.
R.– Exacto. Eso es cierto.
P.– Vamos con el disco. Este trabajo está mucho
más hecho, en todos los sentidos (letras, sonido, producción…), que el anterior. Hasta el punto de que en algunos momentos parecen discos de dos grupos distintos.
R.– Hay dos factores que
explican esa evolución. Uno es que el primer disco fue una cosa mucho más
juvenil, aunque tampoco éramos tan jóvenes, y todo fue hecho muy deprisa. Y la
grabación de este ha transcurrido, sin embargo, con mucho más reposo y cuidado,
y eso es algo que se tiene que notar por fuerza. Y el segundo factor importante es que somos diez años
mayores, y en ese tiempo hemos estado haciendo cosas y aprendiendo.
R.– Sí, perfectamente.
Los músicos tenemos dificultades y nunca sabemos cómo nos vamos a ganar la vida
ni qué va a ser de nosotros. A los músicos y toreros, a la vejez os espero.
Pero tenemos la suerte de contar con nuestro propio universo, que es una
palabra que aparece varias veces en el disco, nuestro mundo paralelo, en el que
nos refugiamos, nos sumergimos y en el que, de alguna manera, nos protegemos.
P.– La idea del diseño es
muy sugerente: una suerte de rieles de scalextric con acabados en madera. Además, jugáis con los conceptos e invertís el orden de los
discos: el primero es Otras realidades
(más rock) y el segundo, Quimeras.
¿Hay un trasfondo filosófico más allá del diseño?
R.– Jon, que fue quien lo
diseñó, quiso jugar a que fueran caminos infinitos, que no se supiera bien
dónde iban y que, como dices, tuviera algo de filosófico. Que la gente se
sumerja en el disco y entre por esos pasillos y busque. La idea partió de la
escalera de Escher [artista neerlandés de gran imaginación]. Pero nos gustaría
que el diseño fuese interpretado como una letra abierta. Que cada cual piense
qué le sugiere y no dar ninguna pista ni explicación.
Iñaki, pura pasión, en pleno éxtasis guitarrero. (Foto: Tom Hagen.) |
R.– No lo he pensado
nunca. Lo estoy pensando según me lo preguntas y sí, me daría miedo, no quiero.
Me gusta mi trabajo, me gusta hacer música, tocar. Y has dicho la palabra
«famoso»… A mí me gusta andar por la calle como uno más.
P.– Quizá no haya
empleado la palabra adecuada. Me refería a triunfar en solitario.
R.– No sé si quizá por
los grupos de los que he bebido, Led Zeppelin, Deep Purple, Rolling Stones…,
tengo más una idea de grupo, además de por la forma de trabajar. No me gusta
defenderme yo solo y sí trabajar en equipo. Me parece muy bien que un artista
en solitario sea un artista en solitario, y así debe ser. Pero no era, ni es,
mi caso.
P.– ¿Y en un futuro tampoco te ves en solitario?
P.– ¿Y en un futuro tampoco te ves en solitario?
R.– A nivel personal no es una necesidad. Estoy contento haciendo las cosas como las hago. Fui muy feliz trabajando con Platero en su día, trabajando con Robe, y me gusta trabajar con Jon. Trabajar codo con codo con gente con talento te enriquece. No creo que yo tenga tanto que decir solo o que sea tan bueno que vaya a hacer algo mejor que trabajando, por ejemplo, con Jon. Trabajar con alguien de quien admiro su arte siempre va a ser enriquecedor.
P.– En ese sentido, con Inconscientes atiendes a tus propios impulsos, a tu esencia, el rock clásico, y no tienes que trabajar a partir de las semillas de otro. ¿Volar sin Robe es como quitarse una tonelada de encima?
R.– Después de todos los
años que llevamos trabajando tan intensamente, con una mente tan creativa,
obsesiva y perfeccionista (y creo que él podría decir lo mismo, coma por coma,
de mí), necesitábamos, o nos apetecía, darle un descanso a Extremoduro, a tanta
intensidad. Él ha hecho las cosas a su manera porque le apetecía probar con
distintos sonidos, ambientes, instrumentos, ritmos, y yo me he ido
inmediatamente a hacer lo que me apetecía: rock directo que salga del estómago,
pasando por el peaje del coco, al exterior.
P.– Eso también se notará
en los conciertos. La responsabilidad cuando tocas para Extremoduro es mucho
mayor, pues todo ha de ir calculado al milímetro.
R.– A la gente que hemos
bebido mucho del blues y del rock nos gusta mucho ese punto de improvisación en
el que pueden pasar cosas diferentes. En Extremoduro siempre intento mantener
un momento en el que ocurra eso, pero es difícil. Son conciertos con mucha
responsabilidad, para mucha gente, y lo que queremos, y a Robe le gusta, es que
salga todo bien.
P.– Luego reconoces que
los de Extremoduro son conciertos muy guionizados, con muy poco espacio para la
repentización.
R.– Sí, aunque me consta
que hay otra gente que los guioniza aún más. Tratamos de dejar cierto margen,
pero sí. De alguna forma, están muy guionizados. Y en un concierto de
Inconscientes pueden pasar cosas inesperadas.
P.– Robe parece estar
preparando un plan de pensiones: con la música que está haciendo podrá tocar en
teatros, incluso sentado. A ti, en cambio, sí podría tachársete de
inconsciente, pues sigues instalado en el rock como un eterno Peter Pan. ¿No
temes a la vejez?
R.– Puede que lo de Robe
sea como dices. Tú lo has visto así, y yo no sé del tema lo suficiente para
confirmarlo o desmentirlo. Ni soy quién. Lo que sí que está claro es que soy un
inconsciente porque voy a gastar toda la gasolina acelerando. Es una
insensatez, pero soy así. He visto a Chuck Berry liarla parda con 90 tacos. Me
conformo con llegar acelerando a la edad de jubilación que le parezca al gobierno
de turno.
P.– Con Inconscientes tocarás
para audiencias reducidas. ¿Es más arriesgado? Dylan dijo que tocar ante cien
mil personas es como hacerlo para una sola, pero que si tocas para 50 cada una
de ellas tiene entidad propia.
R.– Eso tiene fundamento. Cuando estás ante 50 personas ves a cada individuo, pero cuando estás ante treinta mil es un océano. Yo tengo un recurso, que es quedarme con alguien a quien le interesa el concierto. Más de uno fliparía si supiera que toqué un concierto entero para él. O ella.
P.– Es bonito eso que cuentas: como una lucecita en medio del mar.
R.– Sí, por eso me encanta tocar en salas: por el contacto con la gente. Tener a alguien a solo tres metros. Tocar ante muchísima gente es más emocionante, pero también, no cabe duda, más impersonal.
P.– Pide un deseo
realista, relacionado con la música o la cultura, para este 2017.
R.– Alguna banda de rock
joven, con talento, que venga pisando fuerte.
P.– ¿Aunque os haga la
competencia?
R.– Sí. Nos tendríamos
que poner aún más las pilas, pero llevo tanto tiempo esperando eso...
P.– No hay un relevo
generacional.
R.– No, aún no lo hay.
P.– Al final, las bandas
tributo van a gobernar el panorama musical. Qué triste.
R.– Si eso sucediera,
sería el fin. Sin duda.
Gira Quimeras y otras realidades 2017
Febrero
Viernes 3 – Pamplona (Zentral)
Sábado 11 – Zaragoza (sala Las
Armas)
Viernes 17 – Oviedo (sala Sir
Laurens)
Marzo
Viernes 3 – Murcia (Garage Beat
Club)
Sábado 4 – Valencia (sala Rock City)
Viernes 17 – Barcelona (Razzmatazz
2)
Sábado 25 – Bilbao (Kafe Antzokia)
Viernes 31 – Madrid (sala Penélope)
LLORONES!.
ResponderEliminarLlorones porqué? Por decir la verdad? DE verdad crees que no hay grupos con talento en España? Alomejor esque las Salas y las empresas de management como la tuya no apuestan por esos grupos. Hay gente que apuesta por lo auténtico. Otros apuestan por el parné. esa es la diferencia
EliminarAnónimo, tienes toda la razón. Don´t feed the troll, no es más que un jeta de los que VIVEN A COSTA DE "artistas" tributo y pretende defender "lo suyo" (con derechos de autor ajenos).
EliminarHay (quienes intentan el) relevo generacional, pero nadie lo apoya
ResponderEliminarÒjala la industria haga caso a la música que hay en los clubs y que no son solamente tributos (aunque va quien quiere y punto), pero esa industria es la que le da a Kiko Rivera dos discos de oro......ahí si que estamos jodidos. No obstante, ese titular confunde, creo que eso no es lo que dice Iñaki precisamente.....
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