Esos ojos. La mirada más
enigmática del rock era originariamente azul en su totalidad, pero un directo recibido en el ojo izquierdo por parte de su compañero de colegio George Underwood ―ambos
pretendían a la misma chica, y hasta ahí podíamos llegar― la alteró para
siempre: Bowie fue operado varias veces y su pupila quedó dilatada de por vida.
Durante años se pensó que padecía heterocromía ―iris de distinto color― pero el
nombre médico de su patología es anisocoria, asimetría en las pupilas.
Curiosamente, el agresor, músico y diseñador artístico, coincidió con Bowie en
distintas bandas iniciáticas y diseñó las portadas de dos de sus primeros
discos, Hunky Dory (1971)
y The Rise and Fall of Ziggy
Stardust and the Spiders from Mars (1972).
Andy Warhol, tan
distintos y tan parecidos. Se conocieron en 1971, en Nueva York, cuando Bowie lo
visitó en la Factory. La canción que le dedicó, Andy Warhol ―incluida en Hunky
Dory―, no fue del agrado del gurú del pop
art, por lo que el encuentro no resultó muy cálido. Sin embargo, ambos
tenían demasiadas cosas en común: el temor a la muerte, la fobia a los aviones,
la búsqueda indisimulada de comercialidad (pese a su vanguardismo, eran
devoradores de cultura popular) y su amor por el dinero: los dos se
convirtieron en hábiles empresarios.
El rey de la
ambigüedad. En
1972, en una entrevista para el semanario británico Melody Maker, se declaró bisexual (por entonces ya estaba casado
con Angie Barnett, con quien acababa de tener a su hijo Duncan Jones). Aquello,
en vez de perjudicarle, como sí les pasó a otros músicos coetáneos, caso de
Elton John, impulsó su carrera. Bowie fue, en el plano artístico, un provocador
constante y un modelo a seguir para muchos, sobre todo en su etapa glam: su travestismo, su delgadez
extrema, su pelo coloreado y picassiano y su maquillaje ―no hay unanimidad
sobre si fue él o su paisano Marc Bolan el primero en tirar de rímel― crearon
tendencia. Una de las fotografías más famosas del imaginario del rock muestra a
Bowie de rodillas sobre el escenario y con la cara apoyada en la Gibson Les
Paul de su guitarrista, Mick Ronson, simulando una felación. En cuanto a su
vida privada, declaró haber mantenido relaciones con los dos sexos en su
adolescencia, si bien con los años se mostró inequívocamente heterosexual y
aseguró que sus escarceos bisexuales obedecieron a un deseo de desafiar las
convenciones morales. Aquello disgustó mucho a los fundamentalistas de la causa
gay, quienes siempre le recriminaron su falta de compromiso.
«Es el hombre más
hermoso que he visto jamás». La declaración la hizo el mítico ingeniero
de sonido Ken Scott. En 1973, lo vio maquillarse frente al espejo para un
programa de televisión y creyó tener ante sí al mismo Dorian Gray. Y, de algún
modo, lo fue.
Fascinación temprana
por el nazismo (las drogas, que son muy malas). En una entrevista
concedida a Playboy en 1974, afirmó
que Hitler fue una de las primeras estrellas del rock. «Fíjese en cómo se
movía. Creo que era tan bueno como Jagger. No fue un político, fue un artista
mediático. Usó la política y el teatro y creó esa cosa que gobernó, y controló
el espectáculo durante esos doce años. El mundo no volverá a ver a nadie como
él. Puso a un país en escena». También le comentó a un periodista que él, Bowie,
podría ser un excelente primer ministro porque sería «dictatorial y bastante
loco». Años después reculó: «Soy totalmente apolítico. Por la clase de artista
que soy, que trata de captar el ritmo del cambio, no estoy en condiciones de
adoptar ninguna política ni postura concreta porque mi oficio es el de
observador. Todas las declaraciones hechas respecto al fascismo fueron una
reacción teatral a lo que podía ver que sucedía en Inglaterra». Parece ser que
la causante de semejantes desvaríos verbales fue la cocaína, a la que se
enganchó en aquella década. En 2008 reconoció que, a resultas de esa adicción,
su mente funcionaba «como un queso suizo», pues tenía enormes agujeros en la
memoria.
«No quiero ser un
hombre más rico».
Es un verso de Changes (1971), una de
sus composiciones más célebres. El diario The
Sunday Times lo situó el año pasado en el puesto 15° entre los
multimillonarios británicos de su grey, por delante de Robbie Williams, George
Michael y los hermanos Gallagher (Oasis).
69. Un número precioso
que, de algún modo, representa su cara y su cruz. Aquel año obtuvo su primer
éxito con el sencillo Space Oddity.
Tras una vida lamentándose de la fugacidad del tiempo, ha muerto a los 69 años. Buen viaje de vuelta a las estrellas, criatura genial e imperfecta.
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