miércoles, 31 de diciembre de 2014

Vidas vividas, muertes que vienen

El escritor Gabriel García Márquez (Aracataca, Colombia, 1927-México DF, 2014).

La pereza y una cierta propensión a la melancolía me disuaden de consultar en internet los hechos más relevantes de este año que a punto está de cederle el testigo al siguiente. Un año, el séptimo desde el inicio de la crisis, que o bien ha pasado a la velocidad de un disparo o es que me estoy haciendo mayor. Me encomiendo, pues, a la memoria, tan falible y caprichosa, para hacer recuento de algunos momentos más o menos trascendentes que en mi cabeza han resistido el acecho del olvido.

lunes, 22 de diciembre de 2014

He venido a hablar de mis libros

El arriba firmante les desea una saludable Navidad y un próspero, e igualmente saludable, Año Nuevo. De puño y letra. (Foto: Margarita Bañón.)

Con las Navidades ahí encima, tan cerca que casi podemos tocarlas ―llevamos ya unas cuantas semanas conviviendo con su omnipresente imaginería: como cada año, El Corte Inglés a la cabeza―, los suplementos de los periódicos, literarios o no, y las revistas más diversas llevan a cabo sus recomendaciones de libros.

En estos días de turrón y polvorones, calor de hogar y algo de tiempo extra se supone que los índices de lectura se disparan. Entre otras cosas, porque el libro es uno de los objetos preferidos para regalar al familiar, al amigo o a la novia, sean o no lectores habituales.  

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Esa guitarra carabanchelera, azote de mangantes y otras subespecies


Rosendo es un mito. Tal cual. No se trata de una hipérbole ni de uno de esos epítetos laudatorios que en este país se asignan a la mínima de cambio, con insensata alegría. Muchas veces, demasiadas, a gente que en absoluto lo merece. El madrileño, hijo y símbolo del distrito de Carabanchel, lo es porque durante cuatro décadas ha sabido mantenerse bien tieso sobre el único y sólido raíl de su universo creativo, lo que le ha hecho ganarse el respeto y el aplauso de todos. Incluidos aquellos que poco o nada tienen que ver con su ideario artístico.

domingo, 14 de diciembre de 2014

Sublimes sin interrupción


Vivimos en un país único, superpoblado de individuos eficacísimos, infalibles, perfectos. Individuos que, por supuesto, jamás han tenido una mala tarde y que, por esa razón, no les consienten el más mínimo tropiezo a sus semejantes. Hablo de personas con un concepto muy elevado de sus capacidades y a las que podríamos agrupar bajo el inmortal hallazgo de Baudelaire: «sublimes sin interrupción». Y espero que el poeta simbolista no se revuelva en su tumba por haberme permitido la licencia de utilizar su eslogan, que él consideraba una obligada aspiración artística y estética, para referirme a quienes nunca yerran el blanco, o eso creen.

jueves, 4 de diciembre de 2014

Calamaro, de naufragios e incendios


Nada en Andrés Calamaro (Buenos Aires, 1961) resulta convencional. Ni remotamente. Quiero decir que cuando estás con él sabes que te encuentras en compañía de una estrella, más allá de la magnitud real de su brillo. Y si hubo o hay pose es lo de menos, puesto que, a fuerza de interpretar ese papel ―¿lo es?―, Calamaro es ya más verdad que Andrés. Qué cosas.

lunes, 1 de diciembre de 2014

La eficacia poética


Sentenciaba Pere Gimferrer (Barcelona, 1945) en una reciente entrevista para el diario El País: «El castellano ha perdido eficacia poética por su alta actividad». Lo decía, en parte, para justificar el hecho de que los dos poemarios que ahora presenta, Per riguardo y El castillo de la pureza (versión castellana de El castell de la puresa), no han sido escritos originariamente en lengua española sino en italiano y catalán.

Por otro lado, y para reforzar esa teoría, ponía el ejemplo de la construcción «unos labios rojos», imagen prosaica que hoy día carece de validez poética, y aseguraba: «Hay muchas palabras gastadas por la misma Generación del 27, recuperadas de Rubén Darío, Góngora o Garcilaso, que no funcionan sino como del 27. Fuera de ahí, no van». Pese a su decantación por el catalán, lo mismo venía a decir de esa lengua: que hay infinidad de palabras del siglo XV que, al no usarse, «no han envejecido» y mantienen intacta su pureza, mientras que otras del XIX y del XX se han agotado; han quedado «totalmente inutilizadas» ―para el lenguaje poético― por abusarse de ellas.