El actor George Clooney y su mujer, la abogada Amal Ramzi Clooney. |
Ya
no nos miramos a los ojos. Y cuando lo hacemos, el dueño de los ojos observados
no repara en ello porque quien le mira lleva puestas unas gafas de sol cuyos
oscuros visillos impiden ver hacia dónde apunta. Impiden ver la mirada, cuna de
casi todo.
Entre
el inevitable móvil y las gafas de sol, el hombre de hoy en día contradice
aquella sentencia de Umbral: «La humanidad tiene sed de humanidad». Basta con
echar un vistazo en torno para comprender que no se atisba ese deseo por ningún
lado. Al contrario, es como si tratáramos de levantar un muro de protección
entre nosotros y los demás, un dique, una defensa.