Iñaki Antón (izqda.) y Jon Calvo, de Inconscientes, en un momento de su estupefaciente actuación en la madrileña sala Penélope. (Foto: Álvaro Moreno Martín.) |
Inconscientes
culmina, en una abarrotada sala Penélope, la gira de locales que comenzó en
enero
Esta
crónica también podría haberse titulado La
importancia de un buen riff. O Cómo
tocar cumplidos los 50 y pasarlo como un niño. O Imposible sentarse. O, simplemente, Rocanrol. Ver a Inconscientes en acción es trasladarse a una época
en la que la música era tres, cuatro o cinco tíos dale que te pego a sus
instrumentos, casi tan emocionados como el público que paga por verlos, y un
sentimiento colectivo de armonía y felicidad. Como una droga benigna
generosamente compartida. Léase magia.