lunes, 3 de abril de 2017

Electricidad no es antónimo de alma

Iñaki Antón (izqda.) y Jon Calvo, de Inconscientes, en un momento de su estupefaciente actuación en la madrileña sala Penélope. (Foto: Álvaro Moreno Martín.)


Inconscientes culmina, en una abarrotada sala Penélope, la gira de locales que comenzó en enero

Esta crónica también podría haberse titulado La importancia de un buen riff. O Cómo tocar cumplidos los 50 y pasarlo como un niño. O Imposible sentarse. O, simplemente, Rocanrol. Ver a Inconscientes en acción es trasladarse a una época en la que la música era tres, cuatro o cinco tíos dale que te pego a sus instrumentos, casi tan emocionados como el público que paga por verlos, y un sentimiento colectivo de armonía y felicidad. Como una droga benigna generosamente compartida. Léase magia.