Bob Dylan, figura y genio. |
Atrincherados
en sus confortables casas, o en las asépticas agencias literarias de sus
representantes, los exquisitos nobelables, una decena de escritores de
distintas generaciones y nacionalidades, se quedaron mudos. Ese personaje
atrabiliario, con esa voz que dinamita las más básicas reglas de lo que debe
ser un cantante, autor de unas letras escritas a machetazos y habitadas por
dioses caídos y seres desguazados que jamás vieron el sol, les acababa de pasar
por la izquierda a la manera en la que el Correcaminos le hiela la sonrisa al
Coyote, dejando una estela de polvo tras de sí.