Se cumplen dos años de la publicación de esta novela, la segunda de Carlos Mayoral (Madrid, 1986), y desde que vio la luz tenía pendiente reseñarla. Lo hago ahora, fuera de la campaña de promoción, y porque su calidad la convierte en una narración intemporal.
Aparentemente, nos hallamos ante una novela de género. Mayoral se adentra en las profundidades de un crimen celebérrimo, el de la madrileña calle de Fuencarral, acaecido en julio de 1888, y nos permite admirar aquel Madrid dividido y la eterna pugna entre el proletariado y la burguesía. Ese suceso avivó, de hecho, la lucha de clases en la España finisecular del siglo XIX, representada por los partidarios de la presunta homicida, una criada, y por los del señorito, el hijo de la difunta, un bala perdida. Pese a que el desenlace de aquel asesinato devenido en circo mediático se puede conocer de antemano con un rápido vistazo al infalible oráculo de Google, Mayoral le imprime a la trama temperatura de thriller y consigue enganchar al lector desde el mismo comienzo como si la historia criminal que nos relata fuese inventada. A ello contribuyen también la impecable labor de documentación, pues el autor nos regala valiosos detalles que no aparecen en internet y sí en hemerotecas y en las tripas de distintos libros, y su encomiable capacidad para levantar personajes a partir de los datos registrados en diarios de la época y en documentos legales.